El productor maragato Pablo Pérez contó a La Lechera su experiencia con esta tecnología, habló sobre las ventajas y alentó a que tambos grandes o medianos puedan asociarse para replicarla.

Pérez es un productor maragato de larga trayectoria en la producción lechera. Su abuelo fue fundador de Conaprole. Su padre remitió por 48 años a la cooperativa hasta que él se hizo cargo de la explotación, hoy devenida en una empresa. El tambero contó cómo fue el inicio de la experiencia de instalar un biodigestor en su tambo Granja Don Pablo. El predio está ubicado en la cuenca del río Santa Lucía en San José y ordeña actualmente unas 500 vacas.

Pérez comenta que siempre le gustó apostar a la innovación en su emprendimiento productivo. El primer intento por instalar un biodigestor surgió hace unos 30 años. El productor recordó que en ese entonces Conaprole envió un par de técnicos a China a evaluar esa tecnología y consideraron que por la latitud y el frío la misma pudiera tener un desempeño positivo. “La verdad que el tema quedó después un poco olvidado y en un cajón”, recordó a La Lechera.

En 2010 el tambo de Pérez comenzó a introducir algunos aspectos vinculados con el reciclaje de basura, hasta que en un viaje con su señora por China durante un día libre en Shanghái salió a conocer la “China pobre y rural” y le llamó la atención como dentro de las carencias que tenían esas explotaciones rurales todas tenían un biodigestor. “Eso, ni más ni menos, era un tanque donde echaban las cáscaras de las papas, la bosta de las gallinas y el excremento humano y luego capturaban el gas. Volví fascinado. Si ellos lo podían hacer en esas condiciones cómo no lo íbamos a poder hacer nosotros en Uruguay”, relató Pérez.

 

El proyecto

El productor comentó que en ese entonces comenzó a buscar ese tipo de tecnología en el país, pero no estaba disponible. Ahí fue que surgió el contacto con la firma brasileña Sansuy y su representante en Uruguay, Viniguay.

La firma brasileña tiene más de 2.000 equipos instalados en el país vecino. “Fue así que iniciamos las conversaciones para instalar un biodigestor en el tambo. Era una inversión fuerte en su momento, pero estábamos convencidos de hacerla. Veníamos bien hasta el 2015 cuando la lechería se cayó y fue que decidimos en el directorio del tambo dejar en stand by y parar el proyecto”, explicó.

Luego apareció un fondo de Naciones Unidas a través de Onudi junto al Ministerio de Industria, Energía y Minería para la financiación de energías renovables y circular como biodigestores. La empresa se presentó al llamado y fue rápidamente aprobado. En 2017 se arrancó con el proyecto y fue en dos etapas. La primera fue la de colocar un biodigestor cuya función era juntar toda la bosta de las vacas de la planchada de ordeño y la playa de alimentación. Ese material orgánico se pasa por un separador de sólidos donde todo lo que es líquido va al biodigestor y lo sólido (pastitos, semillas o residuos de la bosta) se destina a la realización de compost al que luego se le agrega una bacteria. Ese abono orgánico es utilizado actualmente para fertilizar unas 80 hectáreas del establecimiento. “Estamos utilizando solo compost por un proceso regenerativo en el cual hace ya unos cuantos años no utilizamos más fertilizantes químicos. La verdad es que estamos con muy buenos resultados”, destacó Pérez.

El líquido que queda en el biodigestor está en una laguna cubierta con geomembrana, que hasta el nivel del piso es agua con las bacterias, y luego tiene una capa superior donde se captura todo lo que son gases de efecto invernadero (mayormente metano).

Esta fue la primera etapa del proyecto, evitar la fuga de gases y no contaminar. La segunda fue estudiar cómo aprovechar ese gas. Ahí nuevamente Granja Don Pablo contó con el apoyo de la firma brasileña Sansuy, el Ministerio de Industrias y otros actores públicos y privados para comenzar a producir energía eléctrica con ese gas.

“Este gas lo pasamos por una plantita purificadora y hace funcionar un motor a biogás. Este motor produce energía eléctrica que —mediante un acuerdo con UTE— utilizamos la que necesita el tambo y luego volcamos los excedentes a la red de UTE en un convenio por 10 años”, explicó Pérez.

El productor dice que viendo el “diario del lunes” y luego de recorrer toda una curva de aprendizaje en Uruguay para este tipo de tecnología, los resultados “son más que positivos”.

 

Su potencial

La inversión global del proyecto en todas sus fases de Granja Don Pablo fue de unos US$ 280 mil. “Creo que si hoy hiciéramos de cero ese proyecto lo haríamos mucho más barato porque pagamos muchos errores de ser el primer proyecto”, aseguró Pérez. Parte de este fue financiado con dinero no reembolsable de los fondos que otorgó en su momento Naciones Unidas.

A juicio de Pérez este tipo de iniciativas tiene “un gran potencial” de replicarse en Uruguay en tambos medianos y grandes, ya que uno pequeño tendría dificultades para rentabilizar la inversión inicial.

“Acá no estamos solo hablando de términos económicos o lo que pueda ser una TIR (tasa de interés de retorno), sino que está presente todo el cuidado del medioambiente. Yo estoy en plena cuenca del río Santa Lucía y a 8 km de Aguas Corrientes, donde se abastece de agua a más de la mitad del país. También estoy sobre el acuífero Raigón, que es una de las mayores reservas de agua dulce que tiene el país en el sur”, indicó.

Según Pérez, hay varios componentes de la “economía circular” de su emprendimiento que no solo se deben medir con un retorno económico, sino que apunta a la sustentabilidad del predio a largo plazo. “Eso es hoy lo que el mundo está mirando y es la agenda del 2030, del 2050, y vamos hacia eso”, comentó.

El productor indicó que Uruguay está comenzando a trabajar en esa línea y consideró que su experiencia se pueda replicar sin grandes dificultades. “No me imagino a todos los tambos del Uruguay con un biodigestor, pero sí que hay un potencial grande de hacer un proyecto en común con varios tambos de una determinada zona”, planteó.

El tambero indicó que, así como se transporta leche, no habría grandes dificultades para trasladar bosta de vaca entre tambos que estén cerca y realizar proyectos asociativos con un biodigestor para 10 tambos, por ejemplo.

Otra ventaja de invertir en esta tecnología es que luego del biodigestor se produce biofertilizante (casi sin patógenos) orgánico para volcar al campo, lo que en Brasil explica más de la mitad del repago de estos proyectos.

A su vez, el invertir en tecnologías limpias está exonerado de IRAE (Impuesto a la Renta) durante ochos años, en un monto que casi alcanza a la totalidad del proyecto.