Ganadería sostenible: el valor estratégico de la cría en Uruguay fue la segunda conferencia que organizó el Instituto Nacional de Carnes en el marco de la Rural del Prado este viernes. Los sistemas de cría en Uruguay son sensiblemente más complejos cuando se los compara con la recría e invernada, poseen un importante rol en el arraigo y distribución territorial de la población rural y un rol sociocultural muy relevante.
Al inicio de la actividad, el presidente del Instituto Plan Agropecuario (IPA), Santiago Scarlato, dijo que la cría es la base porque sin más terneros no hay crecimiento de la cadena cárnica. “Intensificar con sostenibilidad es posible y necesario”, consideró. Agregó que la ciencia y práctica muestran que se puede producir más, cuidando ambiente y sociedad.
El titular del IPA repasó algunos datos históricos de los últimos 25 años, donde la producción de carne del país aumentó en 50% gracias a mejoras de eficiencia como la reducción de la edad de faena o el aumento del peso de las carcasas. Sin embargo, en el primer eslabón de la cadena, la cría, la estabilidad ha sido la regla, con una tasa de destete que ha promediado el 60%. “El destete no se mueve, esa es la regla”, remarcó.
Debilidades y oportunidades
El rodeo de cría se ha mantenido estable en el país sobre una base de 4,5 millones de vientres. “Tenemos un cuello de botella en la cría y necesitamos despegar”, consideró Scarlato. Señaló como falencia que muchas vacas pasan hambre por insuficiencia de pasto y que solo con manejo es posible lograr mejoras sustantivas en la gestión del campo natural.
Otros datos de una encuesta de 2016 refuerzan esa brecha: el 80% de los productores no controla la condición corporal de sus rodeos, apenas el 7% evalúa la capacidad ovárica de sus vacas y el 70% desconoce el EPD (Diferencias Esperadas de Progenie). “Parte de eso explica por qué cada 100 vacas sacamos 60 terneros”, apuntó. En contraste, competidores como Australia o Nueva Zelanda exhiben índices de destete muy superiores.
Una meta país
Scarlato señaló que alcanzar un destete del 70% permitiría aumentar significativamente la productividad, y con un 80% se elevaría en un 50%. En ese sentido, planteó que llegar a los 3,5 millones de terneros en el mediano plazo debería ser “una meta país”.
El presidente del IPA fue claro al señalar que el programa Procría no va a mover la aguja a nivel nacional, pero sí puede mostrar un camino de mejora de eficiencia que requiere el criador para sobrevivir. “Es muy fácil echarles la culpa a los productores: ‘no saben’, ‘no quieren’. En el trabajo conjunto entre técnicos y familias se nos va la vida”, remarcó.
Scarlato insistió en que el cambio no depende solo del precio, sino de conocimiento y apoyo continuo. Y recordó que la ganadería es más que producción de carne: es territorio vivo, agua, carbono, biodiversidad y cultura rural.
Brechas y resiliencia
En el conversatorio posterior participaron la vicepresidenta de INIA, Carolina Viñoles, el vicepresidente de INAC, Leonardo Bove, el delegado en la Junta de INAC por la Comisión Nacional de Fomento Rural, José Mesa, y el asesor en política tributaria, Gustavo Viñales.
Mesa reconoció que en la cría “es difícil” lograr cambios rápidos y que la mayor brecha está entre la tecnología generada y la adoptada. Destacó que mejorar la productividad no solo eleva los números, sino que hace al predio más resiliente frente a eventos climáticos como la sequía y da mayor tranquilidad a las familias.
Bove cerró el encuentro recordando la importancia de administrar bien tanto los tiempos de abundancia como los difíciles, e instó a todos los sectores a reforzar la transformación de este eslabón clave de la cadena cárnica.