La suba de los precios de los commodities ha sido uno de los impulsores del aumento de la inflación a nivel global. Pero da la sensación de que los picos quedaron atrás. Hay dos argumentos que respaldan esta posibilidad. Por un lado, por las decisiones tomadas por varios bancos centrales de aumentar las tasas de interés y por otro, por el impacto de las estrictas cuarentenas en China durante el segundo trimestre de este año, que redujeron el consumo en ese país.
Los precios de los metales básicos culminaron ayer su peor trimestre desde la crisis financiera mundial de 2008, presionados por una recuperación muy gradual de la economía de China y por la intensificación de los temores de una recesión mundial. A su vez, el petróleo se dirige a la primera caída mensual desde noviembre mientras los ministros de la OPEP+ se preparan para discutir su política de suministro; se espera que el grupo apruebe un aumento de la extracción para agosto.
En los mercados de los alimentos los precios actuales se ubican también por debajo de los picos alcanzados durante el primer semestre. En varios casos (trigo, carne vacuna en la región, productos lácteos) los máximos se alcanzaron entre marzo y principios de abril. En algunos otros, como la soja, se dieron a principios de junio. Pero en todos actualmente las referencias son altas, pero inferiores a aquellos máximos.
Los índices compuestos por los precios de varias materias primas así lo incidan. El CRB de Reuters, por ejemplo, toco un máximo de los últimos años a principios de junio y desde entonces bajó 9%.
China no está traccionando de la manera que se esperaba y que ha sido la norma en todos estos últimos años. En el caso de la carne vacuna, los stocks de los importadores son abultados, dado que los altos volúmenes que ingresaron al país encontraron una demanda contraída por las cuarentenas en las principales ciudades. La carne sigue siendo un producto que se consume en una proporción importante fuera de los hogares.
A su vez, el aumento de los tipos de interés con el objetivo de reducir la inflación genera nerviosismo de que se transite hacia una recesión de las economías de los países desarrollados —fundamentalmente Estados Unidos— lo que atenta contra las expectativas de demanda, a la vez que reduce inversiones en activos de riesgo.
Nada hace prever una debacle, pero da la sensación de que los picos de precios de las materias primas ya quedaron atrás.