Los agricultores argentinos aún no se reponen del golpe que les propinó la chicharrita en la campaña pasada, situación que se revela con una fuerte caída en la intención de siembra de maíz. Sin embargo, hay elementos para considerar que no tiene por qué repetirse el reciente desastre que implicó la pérdida de 11,5 millones de toneladas del cereal.

Para el ingeniero agrónomo del INTA Marcos Juárez Juan Pablo Iolele, los fundamentos técnicos son más sólidos que las emociones que aún persisten entre los chacareros. Al evaluar lo sucedido con la chicharrita (Dalbulus maidis) en la cosecha pasada y la información disponible, plantea que hay muchas situaciones en las cuales "el miedo no tiene mucho sustento, sobre todo a nivel de lotes o regiones". Especialmente, dijo, en lotes de primera en la zona núcleo. "Mucha influencia del miedo, a pesar de que casi no lo sufrieron el año pasado en siembras tempranas", planteó. Hasta el momento, las encuestas hablan de una caída del área maicera que varía entre el 25% (según CREA), el 30% (Bolsa de Comercio de Rosario) e incluso el 35% (Universidad Austral). Los productores mencionan cuestiones económicas y climáticas, pero también el temor al complejo de enfermedades que transmite el insecto y causan el achaparramiento.

Sin embargo, Ioele enumeró algunos aspectos que serían clave para un inicio "normal" en las siembras tempranas, aunque el seguimiento y monitoreo será igualmente importante.

Lo primero, es que no hay transmisión transovárica (de un padre infectado no nacen hijos enfermos), o sea que todas las poblaciones nuevas de chicharrita "son siempre sanas y necesitan de un maíz infectado para funcionar como vector". Lo segundo, es que ninguna semilla de planta infectada genera descendencia enferma, por lo que los maíces guachos sólo estarían infectados si fueron picados por la chicharrita.

En este punto sumó al análisis el "invierno ruso", en referencia al frío que supo frenar grandes invasiones en la tierra de los zares. "No nos salva de Napoleón ni de Hitler, sino de otro invasor enano que es la chicharrita", planteó en referencia al efecto que tuvo la histórica ola polar que se extendió por semanas en todo el país.

Las principales "bajas" del "general invierno" fueron el maíz guacho y las propias chicharritas. Sobre las plantas espontáneas, aseguró: "con las bajas temperaturas que tuvimos no hay manera que lo soporte, no sobrevivió ninguno infectado de la campaña pasada". Además, indicó que las temperaturas inferiores a 5° por más de 10 horas que se registraron durante semanas, fueron fulminantes para los insectos. "Tuvimos un invierno letal para la propagación de la enfermedad", afirmó.

La prueba de esto son las nulas detecciones que arrojan hoy los monitoreos que realiza INTA. "Por ahora viene todo super lento y super tranqui, como lo esperábamos", indicó Ioele. Sobre todo, por los resultados negativos en la zona de Rafaela, lugar que consideró "de los más preocupantes" porque allí se inició la gran expansión de la chicharrita la última campaña. "Ya con que en esa zona nos encontremos con valores insignificantes nos deja bastante tranquilos, y nos indica que quedaron muy pocas o ninguna adulta".

Por lo tanto, sin maíces guachos ni insectos enfermos, para que vuelva a haber una infestación debería ser por "migración" del insecto desde el norte del Paralelo 30°. "Es muy poco probable que llegue hasta en siembras de octubre o noviembre por cómo estamos parados hoy", afirmó.

Vale recordar que la expansión de la chicharrita la campaña pasada estuvo precedida de un "invierno primavera", dijo el especialista, que hizo posible en Corrientes y el norte de Entre Ríos la supervivencia de maíz guacho y por lo tanto la supervivencia y reproducción del vector. "Favoreció el descenso de la chicharrita", dijo, a zonas templadas donde era excepcional que causara daño.

Ioele explicó que con condiciones favorables la plaga puede viajar entre 35 y 200km en cada generación; por lo que con tres generaciones hace 600/700 kilómetros "que fue lo que pasó el año pasado, con un invierno leve y mucho maíz guacho". También explicó que en la primera generación solo entre 4 y 12% de las chicharritas están infectadas; y recién en la tercera es entre 24 y 30%. "Por eso a medida que avanza el tiempo, no solo hay más chicharrita, sino que están más enfermas".

De todas formas, Ioele aclaró que en las áreas agrícolas más al norte, como Santiago del Estero, donde no tienen otra fecha de siembra más que las del verano, será clave el monitoreo del vector. La señal de alerta se encenderá con la sola presencia en fecha de siembra, dijo, ya que "no existe un umbral, hay o no hay; si hay se debe tener mucho cuidado y evaluar en cuantos puntos de la geografía aparece y considerar también cómo viene el año". Fuente: El Litoral, Santa Fe – Juan Manuel Fernández