El año 2024 ha sido claramente desafiante para el rubro ovino en general y para el merino en particular en la zona norte. Se han observado mortandades importantes en ciertas categorías, principalmente por problemas parasitarios, y en algunos casos, se ha dicho por parte de algunos productores que la oveja merina, tras el afinamiento de sus lanas, ha perdido rusticidad para enfrentar este tipo de situaciones.
El Ing. Agr. Gabriel Ciappessoni, investigador del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) que trabaja y acompaña todo el desarrollo de las lanas finas en el Consorcio Regional de Innovación de Lanas Ultrafinas (CRILU), dijo que “es un tema en el que siempre hay que estar atentos, como sucede con cualquier aspecto de la genética”.
El profesional recordó que “cuando se mejora mucho una característica, existe el riesgo de perder en otra, lo que se conoce como "trade-off" en inglés. Son compromisos: al potenciar una cosa, podríamos debilitar otra. Por eso, desde las instituciones, debemos monitorear estos aspectos para que el trabajo pesado lo hagan las instituciones y no se lleven sorpresas los productores”.
Puntualmente en la investigación que se desarrolla en el núcleo Glencoe de INIA, “históricamente se ha reducido mucho el diámetro de la lana, pero desde hace unos diez años, aproximadamente, ese diámetro se ha estabilizado. Sigue siendo genéticamente mucho más fino que en la población general, pero se ha mantenido”, esto ha permitido que los resultados reproductivos de los últimos cuatro años “han sido excelentes, con porcentajes de señalada muy buenos, siempre superando el 100% en Merino”.
Es importante precisar que estos resultados obtenidos a nivel de la investigación están basados en “un paquete tecnológico robusto, especialmente en lo que se refiere a características reproductivas”, debido a que la genética producida en el CRILU, no ha sido seleccionada por sus características reproductivas, sino por el afinamiento de las lanas.
“Lo que hemos notado es que, en los animales más finos, lo que más nos preocupa es el engrasamiento, especialmente en las hembras”, dijo Ciappessoni, porque “podrían perder condición corporal, lo que afectaría la reserva energética que necesitan para enfrentar las fluctuaciones climáticas”. En este sentido, INIA ha trabajado en los últimos años en la medición del espesor de la grasa, especialmente sobre el bife, con ultrasonido, “para asegurarnos de que no se pierda esa reserva, fundamental para su supervivencia en condiciones adversas”.
El profesional puntualizó que en “los primeros proyectos con países europeos”, se observó que al tiempo que el merino logro reducir el grosor de su lana en Uruguay, también se encendió la primera "luz roja". “Vimos una posible pérdida de grasa corporal, lo que podría generar animales demasiado magros”. Sin embargo, aclaró que “en términos reproductivos no hemos notado problemas, aunque no estamos haciendo evaluación genética reproductiva, solo fenotípica”.
Ciappessoni concluyó que “para mejorar cualquier característica, es fundamental medirla y evaluarla. Como dije antes, debemos tener la lupa puesta para asegurarnos de que, al mejorar una cosa, no estemos perdiendo en otra”.