Fernando Lattanzi, director del Programa de Investigación en Pasturas y Forrajes de INIA.

Los productores lecheros cerraron un otoño para el olvido por el exceso de lluvias y los problemas colaterales que ello trajo aparejado a nivel de productividad, en la planificación de siembras, y en pasturas ya implantadas.

El director del Programa de Investigación en Pasturas y Forrajes de INIA, Ing. Agr. Fernando Lattanzi, dijo a La Lechera que las dos especies forrajeras “más complicadas” por el exceso de agua fueron las avenas y las pasturas que tenían como base alfalfa, en particular en potreros que suelen encharcarse. Según su visión, en casos como raigrases anuales o pasturas en base a gramíneas, “no se perdieron plantas, pero sí quedaron con un poco menos de densidad”.

El experto consideró que esta coyuntura puede llevar a que la primavera comience un poco más tarde de lo habitual, y que es posible que verdeos como avenas “hayan comprometido su potencial” para la confección de reservas.

Otra de las dificultades que marcó el técnico del INIA es que hubo siembras de otoño que se hicieron tarde o directamente no se hicieron por la falta de piso.

“El tercer problema es que la aplicación de fertilizantes durante el otoño también fue inferior a otros años”, alertó. En ese sentido, señaló que el riesgo para los sistemas pastoriles lecheros no es que en la primavera no se tenga pasto para cubrir las necesidades de los rodeos, sino en la “disponibilidad de pasturas para realizar reservas como silos o fardos silo pack”.

Lattanzi recordó que los tambos tienen hoy un menor stock de reservas porque debieron suministrar más de lo previsto en el otoño por la falta de piso y respuesta de las pasturas. “Si bien en la primavera pasada se hizo mucha y buena reserva, mucha ya no está más”, aseguró.

 

El efecto Niña

Los pronósticos climáticos, en líneas generales, están manejando probabilidades altas de una primavera Niña (lluvias por debajo de lo normal), aunque algunos modelos proyectan que sería leve y más acotada que otras.

Según Lattanzi, que se confirme un escenario Niña llevaría a tener una primavera “más corta” de lo habitual; los meses de noviembre y diciembre serían los que sentirían la menor producción de pasturas que en un año normal.

El ingeniero del INIA sugiere comenzar a revisar los potreros que hayan quedado bien y “empujar la tasa de crecimiento con la aplicación de una mayor carga de fertilizantes nitrogenados” a partir del 10 de agosto para la confección de silos o silo pack. “Hay que cerrar esos potreros 50 o 60 días durante setiembre-octubre para asegurarme las reservas”, planteó. Explicó que antes de quemar una pastura hay que verificar si las plantas se murieron, están chicas o tienen macollaje, porque quizás puedan permitir la confección de una reserva y luego sí aplicar un herbicida para la siembra de un sorgo, por ejemplo.

Lattanzi también considera que debería buscarse algún cultivo de cebada o trigo cercano a los tambos para tener acceso a reservas de fibra. “Si se instala mucho una sequía, los rendimientos de maíz pueden estar comprometidos”, señaló. Agregó que apostar a cultivos como sorgos para reservas con suelos más superficiales, como tiene buena parte de la cuenca lechera en Florida, también puede ser un riesgo pensnado en reservas para consumir desde diciembre a febrero.

En el caso de INIA La Estanzuela, Lattanzi informó que se tomó la decisión de sembrar alfalfas puras a fines de agosto, ya que es una pastura que permite una “mayor flexibilización” en el uso de herbicidas en primavera a diferencias de otras gramíneas y leguminosas. Dijo que este cultivo podría permitir sacarle un corte para reserva antes que culmine la primavera.