La jornada laboral de los tamberos convencionales en Uruguay generalmente inicia muy temprano en la madrugada, cuando se dirigen al campo para realizar todos los quehaceres vinculados al ordeñe. Esta rutina la realizan dos veces al día, todos los días del año, e implica un gran esfuerzo para los productores lecheros, que resignan actividades personales para poder cumplirla.

Evaluando opciones que permitan favorecer el bienestar de los trabajadores rurales, la estación experimental del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) en La Estanzuela instaló en 2017 el primer tambo robot del país, una tecnología con múltiples beneficios que fueron analizados por el Ing. Agr. (PhD) Santiago Fariña, director del Programa de Investigación en Producción de Leche de INIA.

El experto comenzó explicando que hay más de 40 mil tambos robot en el mundo. En Uruguay la novedad la introdujo INIA hace cuatro años y luego se instalaron dos más en predios privados de San José y Rocha.

“En INIA lo instalamos sin saber cómo iba a funcionar. En Australia y Nueva Zelanda, que tienen sistemas pastoriles como los de Uruguay y donde este tipo de robots funcionan hace varios años, se lograron horarios más agradables para la vida de los tamberos, que era el cometido principal, y de manera conjunta también se obtuvieron otro montón de beneficios. Esa mejora en los horarios la pudimos evaluar y lograr acá”, resaltó el investigador.

En concreto, el tambo de INIA La Estanzuela está conformado por dos robots que realizan el ordeñe. El ganado cuenta con un collar de identificación individual que ofrece información de cada vaca y que, en proximidad con las puertas inteligentes, habilita el ingreso o no a los espacios de espera y post ordeñe, y potreros de pastoreo. En todo momento el rodeo se mueve por el predio de forma voluntaria incentivado por el alimento y el sistema es el que se encarga de colocarle las pezoneras para que se ordeñe voluntariamente.

Sin afectar el número de trabajadores en la actividad lechera, esta tecnología posibilita que las personas abandonen las tareas más sacrificadas y pasen a asumir otras de toma de decisión en base a la información que le brinda el sistema en tiempo real y de forma remota. 

“Si bien es un aparato relativamente sencillo, hace un trabajo que en los tambos convencionales lleva mucho tiempo y esfuerzo. En el tambo robot el equipo llega a las 7.30 y se va a las 16 horas, pero un tambero tradicional tiene que levantarse a ordeñar, por ejemplo, a las 4 de la mañana todos los días del año, lo que significa dormir poco o acostarse temprano, y perderse actividades que hacen a la vida social del trabajador”, enfatizó Fariña.

El recambio generacional también implica desafíos e incertidumbre para los dueños de los tambos convencionales, ya que muchas veces los jóvenes no encuentran atractivo el esfuerzo que deben realizar sus padres. Como ejemplo, Fariña mencionó el caso del tambero que trabaja en el tambo convencional de INIA hace más de 44 años.

“Lleva más de cuatro décadas en el tambo y su hijo no quería hacer lo mismo que él, porque vio las limitantes que tuvo su padre, que no podía salir o estar en acontecimientos familiares. Y eso pasa en muchas familias en Uruguay y es una cuestión generacional, porque los jóvenes quieren tener más tiempo libre. En este caso, el hijo del tambero hizo su vida, trabajó en reservas naturales y cuando regresó se abocó a los terneros. Sin embargo, cuando tuvo la oportunidad de trabajar con el tambo robot sí le gustó”, señaló.

En este sentido, Fariña explicó que el objetivo del tambo robot es que, a través de las facilidades que brinda la tecnología y que están siendo evaluadas por INIA, las nuevas generaciones vean en la lechería una salida laboral interesante. “No queremos que los jóvenes trabajen en el tambo porque no tienen otra opción, sino porque lo ven como una alternativa atractiva”, afirmó.

“Esto ocurre cada vez más y es un fenómeno que tenemos que entender y atender. La gente joven apasionada por la lechería, las vacas y el campo existe, pero no quiere tener un trabajo que implique un esfuerzo extraordinario. Eso puede mejorarse con la tecnología, por eso desde institutos como INIA debemos evaluar, investigar y buscar soluciones innovadoras que hagan del tambo un trabajo más atractivo y sustentable para las futuras generaciones”, concluyó.