En la lechería hay cierta bipolaridad al mirar los números. Por un lado, en el plano productivo la evolución es creciente. Cada vez se remite más leche a planta y cada vez se exportan más productos lácteos. Por otro, si se mira el rodeo lechero, el área ocupada por la lechería y la cantidad de productores remitentes, cada vez es menor.

Se podría decir que se aplica la máxima darwinista de “la sobrevivencia del más apto”, que son quienes logran márgenes positivos en el largo plazo, o quienes tienen una mayor espalda para soportar márgenes negativos por más tiempo. Pero esto implica que van quedando por el camino predios, familias y productores con décadas de conocimiento en el rubro, con la capacidad y la constancia de estar día tras días, los 365 del año, en la sala de ordeñe, poniéndole el hombro el rubro y, en definitiva, al país.

En el acumulado de los ocho primeros meses de 2021 la remisión de leche a planta alcanzó niveles récord para el período en el país. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de la Leche (Inale) se remitieron 1.130 millones de litros, con un aumento anual de 5,7% y de 3,8% respecto a 2018, el anterior máximo.

Por su parte, entre enero y agosto Uruguay exportó productos lácteos por US$ 466 millones, con un crecimiento de 2% anual en las toneladas exportadas y de 12% en el ingreso de divisas.

Es muy resaltable que esta expansión en la producción se logre con un rodeo en declive y con una superficie ocupada por la actividad lechera que es cada vez menor. “Hay una mejora en la productividad por hectárea y por vaca; particularmente, hay regiones del país en donde sube mucho la productividad”, comentó a La Lechera Eduardo Fynn, gerente del Inale.

En base a la primera estimación realizada por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), al 30 de junio de 2021 había en el país 732 mil animales en el rodeo lechero, con una baja anual de 18 mil cabezas (2%) y de 36 mil en dos años. Respecto al pico histórico de más de 800 mil animales en 2013, el descenso es de 71 mil cabezas. Al momento de cierre de esta edición de La Lechera todavía no se había divulgado el dato del área ocupada por el rubro, pero también viene en caída. En 2020 eran 567 mil hectáreas, de 573 mil en 2019 inscritas en el giro lechero.

El dato eminentemente negativo es el de la cantidad de productores lecheros. Eran 3.563 a mediados de 2020 —último dato disponible—, una caída de 88 establecimientos en el año, con una tendencia que se ha mantenido en los últimos años. “Es una tendencia mundial que quizás en Uruguay se precipitó por la crisis de los últimos seis años”, dijo Fynn. Explicó que al evaluar cuáles son los predios que van saliendo del rubro, “no importa tanto el tamaño del establecimiento, sino principalmente la capacidad del productor de administra el predio”.

El aumento de la producción se está logrando tanto por una mayor carga como por una mayor producción por vaca en ordeñe. Fynn dijo que claramente se advierte que hay regiones en las que el aumento de la respuesta productiva es mayor que en otras. Entre las primeras destacó el caso del departamento de Colonia, en tanto que en las de menor respuesta citó el caso del litoral norte, seguramente influenciado por los problemas en industrias de esa región, caso de la sanducera Pili.

Para Fynn, hay dos escalones en el aumento de la productividad. Primero, para pasar de 3.000-4.000 litros de leche por vaca masa a 7.000-8.000, se puede lograr mediante un mayor desarrollo forrajero, con el aumento en la producción de materia seca, que permite elevar la cantidad de vacas en el predio, así como la productividad por vaca. Después, para seguir elevando la producción por vaca masa a niveles cercanos a los 10.000 litros, se debe “tener un mejor control de los procesos”, incluyendo mejoras en la infraestructura, en la rutina de alimentación y en el confort de los animales.

La mayoría de los productores que se mantienen en el rubro lo hacen avanzando dentro del primer escalón. Pero hay otros emprendimientos en los que, claramente, ya se encuentran en el segundo, con una estructura acorde a las inversiones necesarias para sostenerse en esos niveles de productividad.

La expectativa es que las tendencias se mantengan. La cantidad de productores, con seguridad, seguirá cayendo. Van a seguir quedando tambos y tamberos por el camino, quizás seducidos por buenos precios a los que puedan vender su establecimiento. Al quedar en pie los tambos más eficientes, seguirá creciendo la productividad por vaca y por hectárea. El desafío es que la baja del rodeo y de la superficie ocupada no comprometa la producción futura y el desempeño del país como jugador relevante en el mercado internacional como exportador de lácteos.