El presidente del Instituto Nacional de la Leche (Inale), Álvaro Lapido, habló con La Lechera sobre los desafíos y oportunidades que ve para la lechería uruguaya. Se mostró optimista en cambiarle la cara al sector luego cinco años muy complejos para toda la cadena por el cierre de tambos e industrias.
Por Andrés Oyhenard
El año 2020 fue particular por las razones ya conocidas. Sin embargo, en materia de producción, la remisión fue récord. ¿Cómo podría resumir este primer año de gestión?
Cuando asumí en abril —hace casi un año— ya estábamos inmersos en los problemas sanitarios por el covid-19. Lo primero que hicimos en el Instituto Nacional de la Leche (Inale) fue plantearnos qué podía pasar. Había una enorme incertidumbre en la cadena láctea, venían noticias diversas, se cerraba el turismo, también muchos comercios de gastronomía. Lo primero que hicimos fue prever futuros escenarios para los siguientes seis meses. Se hizo un estudio basado en cuál sería la situación más crítica tanto para el mercado interno como el de exportación, otro escenario intermedio y otro más optimista, por decirlo de algún modo. Realmente, en aquel entonces era difícil ser optimistas cuando veíamos que había países que tiraban la leche, el petróleo cayendo en precio. Sin embargo, se dio la tercera alternativa, que fue el escenario más optimista. La leche en polvo se mantuvo en un precio similar al que estaba, en torno a los US$ 2.800/3.000 por tonelada.
¿Para qué hacíamos esos escenarios? Para decirle a nuestras autoridades, al gobierno, qué se podía prever con un escenario intermedio o crítico. Por suerte se dio ese escenario más optimista y así pasó el segundo semestre del año 2020. Eso se vio en muchas proteínas como la carne y ya cuando pisamos fin de año la soja empezó a mover también. Las proteínas como la carne, soja, suelen moverse bastante correlacionadas con los productos lácteos, e incluso a la evolución del petróleo. Si uno ve la gráfica de la evolución histórica del petróleo, las proteínas la acompañan.
¿Hubo algún momento más crítico?
El momento más crítico fue sobre diciembre y enero, cuando hubo una demanda importante de las gremiales. Los productores estaban con angustiados. El tema climático pegó fuerte con la declaración de emergencia agropecuaria. Ahí realmente uno veía una gran preocupación en los productores y las gremiales, con las que mantuvimos reuniones periódicas. Se fue trabajando en varias herramientas y algunas como el Fogale que llevó su tiempo. En el interín, mientras se hacían todas estas reformas del Fogale, debemos decir que tuvimos un contacto muy fluido con el Banco República (BROU) por la situación de las industrias lácteas y los productores. Encontramos una gran receptividad de parte del BROU en hacer entrar el SIGA Emergencia a muchas empresas lácteas para reperfilar sus deudas. Encontramos que había una sensibilidad especial por el sector lácteo en las reiteradas reuniones que tuvimos con su presidente Salvador Ferrer. Debemos decir y reconocer que de la mano del BROU muchos tamberos lograron reperfilar sus deudas a mayores plazos y también a menores tasas de interés.
Una vez que se modificó el Fogale y estuvo disponible para más productores de distintos tamaño y categorización, nos abocamos al tema del FFDSAL. Esta herramienta sigue siendo una mochila muy pesada para los tamberos. Obviamente, acá hay que modificar la ley. Realmente con el diario del lunes es fácil opinar, pero uno cuando ve hoy lo que es el FFDSAL a cinco años de su gestación, se da cuenta que quedó totalmente fuera de mercado en cuanto a su tasa de interés, que es cercana al 7%. Si bien los bancos cobran el 4,5% tiene una serie de gastos, de gente que no ha podido pagar, de un fondo de solidaridad, etc. Entonces, con un equipo del Ministerio de Ganadería, Economía (MEF), Opypa y el Inale se creó una comisión para modificar estas inequidades q. Hoy tenemos el proyecto de ley casi terminado y así se lo hemos comunicado a las gremiales en diciembre y en febrero. Hemos recibido un asesoramiento muy bueno del economista Pablo Mautone del MEF, tanto en el Fogale como en el FFDSAL.
¿El Inale cuantificó cuánto pesa esa mochila del FFSAL?
El FFDSAL tiene un peso importante en la economía de los productores. El Inale calculó ese impacto. Obviamente que depende un poco de qué tan buena rentabilidad tiene un tambero. A los productores que tienen muy buenos números, el FFDSAL se les queda con el 15% o el 20% del margen bruto. En cambio, hay otro conjunto de productores —que no andan tan bien— para quienes el FFDSAL se les queda con el 30% o 35% del margen. Para simplificarlo, el FFDSAL para algunos tamberos puede ser desde 15% o hasta 35% menos de ingreso. Esto nos da la magnitud de lo que significa esta herramienta financiera en el bolsillo de los tamberos. Esto hay que cambiarlo y mejorarlo. Hoy hay una serie de modificaciones que tenemos que ir acompañando con la parte jurídica porque es un fideicomiso y tenemos que cuidar esta herramienta. Estamos bastante avanzados y por eso nos hemos reunidos con las gremiales, para que sigan de cerca el tema.
¿Qué pasa con el tema de la energía? Hubo una señal del gobierno extendiendo el beneficio del descuento del 15%. ¿Alcanza con eso?
Es otro de los temas pesados a nivel de la cadena láctea; muy pesado, porque nuestros competidores regionales, llámase Argentina, Paraguay, tienen costos de energía significativamente más baratos. Algunos —como el caso de Argentina por su hiperinflación— han logrado abaratarse mucho salarialmente y también en costos de la energía. Si bien la economía argentina está muy complicada, pasa a ser más competitiva. De hecho, en el último trimestre del año 2020, Argentina creció 45% en sus exportaciones de leche en polvo a Brasil, desplazando a Uruguay, que cayó casi 20%. Y eso es por ser más competitivo, por tener condiciones de producción de más bajo costo. Hemos mantenido reuniones con la gente de UTE, del Ministerio de Industria y Energía. Hemos insistido mucho en que si bien existe una rebaja —que lleva dos años— del 15% en la tarifa, toda la cadena gasta mucha energía y estamos muy por encima de quienes compiten con nosotros. Eso se lo manifestamos a las autoridades de los ministerios de Industria, Ganadería, Economía y la propia UTE. Siempre insisto en que la lechería no requiere de subsidios, ni de ayudas, ni de apoyos. La lechería lo que necesita es que le den costos competitivos para competir en igualdad de condiciones. Hemos demostrado con números que la energía a nosotros nos está pegando duro a pesar de esta rebaja del 15% y que las industrias lo sienten sobre su presupuesto. Vamos a seguir insistiendo para bajar ese costo.
El contexto para el arranque de este 2021 luce un poco más optimista. ¿Cómo hay que tomar esta fuerte valorización de los productos lácteos? Hay antecedentes de mejoras de estas proporciones que luego no se sostuvieron.
Empezó a llover en febrero y, a pesar de todas las dificultades, hay más leche en el país. También el mercado internacional comenzó a moverse positivamente.
Los analistas de Inale trataban de explicar la suba tan significa de la subasta de Fonterra de principios de marzo. No es muy normal un aumento de esa magnitud. La realidad es que el mercado asiático viene promoviendo mucho el consumo de lácteos como un alimento sano. Hay una gran difusión de los lácteos para ser consumidos. También Ana Pedemonte, del Inale, decía que hay bajos stocks a nivel mundial y se dieron incrementos en los niveles de consumo. En el último remate de Fonterra creo que Asia se llevó el 60% de las compras.
Pero si bien hay que tomar como algo positivo la tendencia que ya desde algunos meses tenemos en los precios de los lácteos, hay que ser cautelosos. Los productores debemos ser conscientes que cuando comienzan a aparecer valores muy altos, como puede ser lo que pasó en 2008 —cuando la leche en polvo llegó a los US$ 5.000—, en la demanda ocurren tres fuerzas importantes que hay que tener en cuenta. Cuando los lácteos se encarecen mucho, los primero que ocurre es que el consumidor baja la demanda. Una ama de casa dice: ‘voy a comprar un pedazo de queso menor o voy a consumir menos manteca’. Lo segundo que aparece es el efecto sustitución. Si los lácteos están caros, consumo una margarina vegetal, por decir un ejemplo, o consumiré un producto derivado de la soja. Y la tercera fuerza que ocurre es que cuando algo vale mucho, como es hoy por hoy la leche en polvo, el mundo empieza a producir más leche porque es un buen negocio. Como bien decías en la pregunta, cuando se juntan esos tres elementos, y uno mira con buenos ojos buenos que la leche en polvo se vaya a US$ 4.000-4.500, hay que ver con cautela el mercado porque luego corrige y vienen las caídas que no esperábamos. Esto ya lo vivimos y el productor tiene que ser cauteloso y saber que este buen momento de la demanda puede durar determinado tiempo. No sabemos si será un año, tres, o cinco. Eso no se sabe. La realidad es que después vuelve a estabilizarse.
Igual, veo el futuro con buenos ojos porque el clima está acompañando y el mercado internacional está firme. El mercado interno está un poco deprimido por la situación del país, pero por encima de lo que habíamos proyectado. Le va a costar volver a los niveles previos a la pandemia. El turismo demandaba mucho y el último año prácticamente no lo tuvimos. Tengo la expectativa de recomponer el negocio de la lechería, que fue un poco nuestro objetivo del comienzo.
¿Qué pasa con el futuro de la Red Tecnológica Sectorial?
Tenemos la expectativa de que pueda continuar bajo el liderazgo del Ing. Pablo Chilibroste. Esta alianza del INIA, Udelar, Conaprole, Latu, la ANII en su momento y otros privados ha hecho dos fases muy valiosas para definir hacia dónde deben ir los tamberos para lograr buenos indicadores. Hemos tenido cierta dificultad en financiar —por el contexto actual— esa fase III. Es como una quimera, un desvelo, que esa Red Tecnológica pueda completarse. Lo mismo para la quesería artesanal —sector en el que trabajan más de 1.000 familias—, que está esperando el financiamiento de la fase III.
Ahora estamos demandando con un poco más de ilusión que aparezca ese dinero para seguir apoyando a la quesería artesanal. Empieza un período más favorable para la lechería luego de unos cinco años muy duros. Hemos perdido plantas, muchos tamberos quedaron por el camino. Entendemos que comenzó la etapa de recuperación y vamos a seguir trabajando en varias cosas.
Tenemos un tema sanitario que es primordial solucionario, que es la tuberculosis. Para la lechería es vital erradicar esa enfermedad. Hay muchas cosas para seguir trabajando y desde Inale tenemos un equipo pequeño, pero con ganas de hacer cosas y ahora con un poco más de expectativa y esperanza de que comience una fase buena.
¿Qué pasa con las dificultades que afrontan algunas industrias para hacerse de materia prima? Hay un caso concreto con la situación de Alimentos Fray Bentos, en Río Negro, que tiene una planta de última generación con una alta capacidad ociosa. ¿Se puede pensar en tener nuevos tambos con los precios actuales?
Es una gran preocupación del gobierno. Hay una planta que cerró hace un par de años, como fue Pili en Paysandú. Esa leche de alguna forma se distribuyó. Calcar logró ordenar de alguna forma su situación. Todas estas plantas cuando tienen poca leche afloran las dificultades, porque su estructura de costos es alta. Lo de Alimentos Fray Bentos es un problema también. Con una soja a US$ 500, muchos productores se vuelcan a la agricultura porque en esa zona del litoral es donde están los mejores campos del país y es el núcleo de esta actividad.
Cuando uno le quita incentivos a una industria como la cadena láctea —como pasó en los últimos cinco años—, reconstruir es muy difícil, lleva tiempo. Se destruye rápidamente y es compleja la reconstrucción. Después que cierra un tambo no es fácil abrirlo y menos lo es hoy cuando hay otra alternativa como una soja o agricultura de invierno o lo que sea que está con buenos números.
Seguimos preocupados porque hay menos productores y leche en el litoral del país. Y las empresas que están hoy tienen dificultades por falta de materia prima.
No es fácil atraer inversiones para poner tambos. De hecho, hemos hablado con argentinos sobre el tema, ya que en su momento vinieron a Uruguay a plantar soja durante 15 años. Sin embargo, no es lo mismo traerlos para producir leche.
La realidad es que, a pesar de todas estas vicisitudes, la lechería sigue adelante. Hace 20 años que escucho que la lechería tiene problemas de rentabilidad, de financiamiento. Y, sin embargo, la lechería viene hace 20 años creciendo a tasas del 4%. Hay una realidad, y es que es con menos productores, algo que le pega no solo a Uruguay, sino a nivel mundial.
Si uno escucha a un dirigente gremial de hoy y lo compara con 20 años atrás, los problemas son los mismos. La falta de financiamiento, el costo de los insumos, el tipo de cambio. Y, sin embargo, la lechería ha venido creciendo. A veces hay que detenerse a analizar qué es lo que está pasando. Es un tema para discutirlo entre las gremiales e Inale. De cómo, pese a las dificultades, la leche sigue creciendo.
Yo tengo la esperanza de que dejen de desaparecer plantas, productores, de que podamos recomponer el negocio y volver a crecer. La agricultura es hoy un competidor importante que atenta contra eso. Hay gente que culturalmente es lechera y va a seguir en la lechería. Vamos a hacer todo el esfuerzo para que podamos evitar el cierre de más industrias y tambos.
El año 2020 fue muy duro y nos pegó fuerte. Se nos prendió este abrojo del covid-19 y no nos permitió hacer mucha cosa más que modificar las herramientas que hablamos. Pero soy optimista. Vivo de la lechería, mi familia vive de la lechería. Creo que Uruguay sigue teniendo condiciones muy buenas para salir al concierto mundial. Es un competidor pequeño, pero que logró meterse en mercados grandes como China, Argelia, Brasil. Ojalá que estos números positivos de hoy en día se mantengan por un buen tiempo.