Javiera González es un pequeño productor lechero de la zona de Sarandí Grande y socio de la SPLF. Trabaja en un predio de 85 hectáreas y su campo está dividido por la ruta 5, lo que hace complejo todo el manejo del establecimiento. Complementa su actividad con un servicio de reservas que presta a los vecinos de la zona. Para conocer su visión sobre el sector, el tambero dialogó con La Lechera.
Pasaron las elecciones de Conaprole, ¿qué espera del nuevo Directorio que asumirá en funciones?
Algo que noté a nivel personal es que en estos últimos años —donde el precio de la leche no fue el más favorable y el resultado económico de los tambos no era el deseado— fue una ausencia del Directorio acompañando a los productores. En otras épocas de precios razonables, era habitual que el Directorio recorriera el país, haciendo reuniones, mostrando los números; venía Prolesa, Proleco y nos ofrecían todos sus productos. Durante los últimos seis o siete años yo no noté esa presencia. Me gustaría saber el porqué. También los directores, como productores, quizás sabían que las costas no estaban bien. A mí, como productor, me hubiera gustado que vinieran a mi zona a preguntarme cómo estaba y quizás podríamos haber descargado las preocupaciones de nuestros establecimientos. Ahora estamos con un repunte de precio, pero la ecuación no es buena. Porque, así como subió el precio de la leche, está imparable el precio de los fertilizantes, glifosato (…) Ya se está mencionando que los valores de estos insumos van a ser superiores para el año próximo y el precio de la leche no acompaña con el mismo ritmo. Tuvimos una reliquidación de precios de Conaprole y un ajuste de precio por cuatro meses por un tema electoral, pero no sabemos qué puede pasar desde marzo.
¿Debería la cooperativa apuntar a dar señales de precios para los socios a plazos más largos como ocurrió recientemente?
La política de fijar el precio mes a mes de la cooperativa se aplicó hasta hace dos meses atrás. Eso se cortó por un tema electoral. De todas formas, creo que se podría proyectar un precio a plazos más largo. Hoy estamos con un mercado en alza y quizás, con un mercado en baja, esto no sea tan fácil como lo vemos los productores. Como tambero uno nota que cuando el precio internacional sube, siempre hay que esperar a que se estabilice, pero una vez que llegó al techo y comenzó a bajar, inmediatamente el precio al productor cae. El productor lechero siempre está planificando por lo menos seis meses para adelante. En la recría de las vaquillonas tenemos un plazo de un año. Por eso, creo que no está bien que solo tengamos la certeza de precio de nuestra industria de apenas un mes como se aplicó en el pasado.
Los resultados de los tambos son muy heterogéneos independientemente de su tamaño. ¿Dónde habría que trabajar para mejorar la productividad promedio del sector primario?
La actividad productiva de cada uno va muchas veces en cómo las distintas cabezas de las empresas, indiferentemente de su tamaño, le den la intensidad que demanda un tambo. Es una actividad que requiere un trabajo casi que permanente de 24 horas. Todos somos diferentes. En mi caso personal no soy un productor intensivo. Tengo la facilidad de que la familia es propietaria del predio y le sumamos otro campo arrendado. Eso lleva a quizás trabaje un poco más tranquilo y no tener una carga de vacas por hectárea elevada. Ahí los números pueden variar. Gran parte de la actividad lechera del país es arrendada y eso tiene un peso importante. Al ser un productor chico tengo que tratar que el predio me dé todo lo que pueda. A veces, la intensificación te lleva a elevar el compromiso con la actividad.
¿Cómo evalúa hoy el acceso al crédito?
Hace unos años el acceso al crédito estaba muy complicado. Hoy en día, en cambio, prácticamente que el sector financiero te lo ofrece e incluso hay quizás menos interés de los productores. Creo que se pasó de una época de mucho endeudamiento, entonces, hoy muchos toman con pinzas tomar nuevos créditos para producir más.
¿Qué características tiene el tambo que usted explota?
Trabajo en una explotación de 85 hectáreas (ha) en un predio que es propiedad de mi padre. Es una zona complicada porque vivo sobre ruta 5 y esa problemática que ahora genera la doble vía que se está planificando. El 50% del predio está del otro lado de la ruta. A su vez, los campos están divididos por dos caminos vecinales, por lo que tengo el predio dividido en cuatro. Por eso es complicado tener una producción intensiva. Suelo ordeñar entre 40 y 45 vacas/masa. Es un sistema netamente pastoril con un nivel de suplemento de raciones muy bajo y trato de sacarlo de mi propio establecimiento. Logré tener un equipo de reservas de maquinaria forrajera. Con eso hago mis propias reservas y también le presto servicios a los vecinos. En el tambo tengo un empleado que se encargue del ordeñe desde hace 15 años; del resto de las tareas del establecimiento me encargó yo y la familia que también colabora, mi señora, mis tres hijos, y mis padres que viven en el predio. Mi padre, con años 88, va todas las mañanas a enjuagar el tanque de frío o anda con su azadita recorriendo las chacras cortando cardos.
¿Hace cuánto que remite a Conaprole?
Mi padre inició la matrícula en 1970 y se jubiló en 1996. Desde ahí en adelante quedé a cargo de la matrícula con 18 años. A pesar de mis 47 años, tengo casi 30 años como productor remitente.
¿Cómo ve el recambio generacional en la lechería y el fenómeno de la concentración de la producción en menos tambos?
El recambio generacional en las explotaciones lecheras familiares es todo un tema. Una vez pasados estos siete años de crisis, creo que el entusiasmo de las nuevas generaciones por tener un tambo disminuyó un montón. Es lógico; la gruisada ve que se trabaja y el resultado económico no da. A esto hay que sumarle el gran trabajo que es un tambo. Solo los tamberos sabemos el trabajo que da estar todos los días del año independientemente de cómo esté el tiempo. No es fácil. Hoy en día hay muchas ventajas para trabajar. La tecnología ha avanzado mucho, pero tiene mucho costo. El proyecto del INIA con el robot tiene un costo de US$ 100 mil. Eso es inaccesible para predios familiares a corto plazo. Por eso el recambio generacional pueda ser una limitante para la lechería en predios familiares. Quizás iremos una línea como se está dando, por lo menos en mi zona, donde los tambos chicos lamentablemente van despareciendo y son absorbidos por empresas más grandes. Si bien se genera mano de obra, no es lo mismo porque hay un productor familiar que deja de gestionar su propio destino.