La producción agropecuaria viene enfrentando condiciones desafiantes desde hace un par de años. Primero con los estragos que dejó la sequía del año pasado, cuyas secuelas continúan hoy con una menor producción de terneros, por ejemplo. Y en este otoño con un exceso de lluvias que trajo nuevos dolores de cabeza para la agricultura, la ganadería, la lechería, la granja. Al factor climático hay que sumarle el descenso y debilidad de los precios para la gran mayoría de los bienes agropecuarios que el país exporta, y un dólar planchado que ha acentuado los problemas de competitividad, pese al incipiente cambio de tendencia en el arranque de junio.
En este contexto, el crédito en el conjunto del sector agropecuario viene mostrando un fuerte dinamismo en los últimos dos años, según se desprende de las cifras que mensualmente publica el Banco Central del Uruguay (BCU). A abril de este año, el sector tenía préstamos con los banca pública y privada por unos US$ 3.600 millones, unos US$ 500 millones más que igual mes de 2023. Y si la comparación se hace con abril de 2022, hay un crecimiento del endeudamiento global del sector de unos US$ 1.000 millones (US$ 2.469 millones).
Que la deuda de un sector de actividad crezca no necesariamente debe interpretarse como un aspecto negativo. El crédito permite muchas veces el apalancamiento de inversiones que luego redundan en mayores niveles de productividad o juega un rol central en el financiamiento de capital de trabajo en rubros donde los ingresos están concentrados en períodos acotados de tiempo.
Uno de los aspectos que sobresale en la evolución reciente del crédito del agro es la baja y sostenida proporción de créditos vencidos (mora) respecto al total. En abril, el sector tenía préstamos en condición de mora por unos US$ 44 millones (1,2% del total), prácticamente el mismo porcentaje que igual mes de 2023 (1,1%) y de hace dos años atrás (1,4%). Por ahora, la foto gruesa de la morosidad está mostrando que los productores están logrando cumplir con sus obligaciones ante el sistema financiero, y con una muestra de mayor resiliencia ante shocks climáticos muy adversos o de caída de precios. En el promedio de 2018-2020, la morosidad del sector agropecuario con el sistema bancario fue del 5%, con un volumen de créditos sensiblemente inferior al actual (US$ 2.300 millones).
El aumento del endeudamiento del sector tiene otro componente que no es menor: se hizo a un mayor costo producto de tasas a nivel internacional en niveles aun elevadas. La Fed mantuvo esta semana la tasa de interés en 5,25-5,5% y fue cauta con más de una baja este año.
En abril, la tasa promedio anual en dólares que el sistema bancario le cobró al agro fue del 6,2%, medio punto por encima de igual mes del año pasado y bastante por arriba del 3,9% de abril de 2022.
La ganadería
La ganadería es el sector de la actividad agropecuaria que tiene el mayor volumen de créditos con el sistema financiero local. En abril este sector tenía un pasivo por unos US$ 1.050 millones, con un porcentaje de préstamos en condiciones de vencidos del 1,2% (unos US$ 13 millones).
Respecto a abril del año pasado hay un crecimiento del crédito de unos US$ 120 millones, y de unos US$ 261 millones frente a abril de 2022. La morosidad de la ganadería se ha mantenido sobre un promedio de 0,9% durante los últimos dos años.
Los frigoríficos
A contrapelo del agro en general, la industria frigorífica redujo su endeudamiento con el sistema bancario durante el último año. En abril, este eslabón de la agroindustria tenía préstamos por unos US$ 305 millones con los bancos, de los cuales US$ 5,6 millones estaban en condición de vencidos (1,9% del total). Respecto a abril del año pasado, la deuda de los frigoríficos se redujo en unos US$ 63 millones, aunque está unos US$ 30 millones por encima de los niveles de hace dos años atrás (US$ 275 millones).