La suspensión de las exportaciones brasileñas de carne vacuna a China ayer cumplió dos meses. Una medida que todo el mundo suponía sería de escasa duración —fundamentalmente por las necesidades chinas de hacerse de proteína animal— se extendió mucho más de lo previsto.
Con el correr de los días y semanas se han ido estableciendo fechas que, se suponía, podían ser claves: fines de setiembre, 15 de octubre, 4 de noviembre. Ahora hay expectativas de que el anuncio se haga en el marco de la feria CIIE, de exportadores e importadores de China, que se realiza del 5 al 10 de noviembre; se especula con que el gobierno —que desde que implementó esta nueva feria pocos años atrás le está dando especial realce— realice anuncios con respecto a la apertura de la importación de productos vacunos desde Brasil. Por tal motivo, varios compradores han preferido aguardar al 6 de noviembre para decidir sus nuevas compras en la región.
Esta suspensión ha sido disruptiva del mercado internacional de la carne vacuna y del mercado de hacienda en la región: tiró fuertemente hacia abajo los precios del ganado para faena en Brasil y Paraguay —quien, al no comerciar con China, vio acrecentada la competencia brasileña en sus mercados de destino— e impulsó hacia arriba los precios de la carne y de la hacienda en Argentina y Uruguay (más allá de que en las últimas semanas las referencias uruguayas cayeron fuerte). En general, las ventas de carne desde estos dos orígenes a fines de octubre se hicieron a precios 10-15% por encima que en julio-agosto, antes de la suspensión brasileña.
Será cuestión de días o semanas, pero Brasil va a volver a China y, a partir de ese momento, las relaciones y los equilibrios de precios volverán a tender a lo que era usual antes de la suspensión.