Con más de seis décadas dedicadas a la sanidad animal, el médico veterinario Dr. Adolfo Bortagaray Fariña, veterinario salteño referente del norte del país, afirmó que “podemos erradicar la garrapata a nivel de zonas si aplicamos la ley como corresponde”. 

“Hace 60 años que convivo con la garrapata”, recordó Bortagaray al iniciar el diálogo, haciendo referencia a sus comienzos en la década de 1960, en tareas junto al Dr. Arzuaga. A lo largo de este tiempo, fue testigo directo de la evolución, e incluso del retroceso, en el combate contra el parásito. En su repaso histórico, destacó la grave crisis sanitaria que atravesó Uruguay en las décadas del 70 y 80 a raíz de la resistencia de la garrapata a los productos fosforados. “Se cambiaba de una molécula a otra, pero siempre dentro del mismo grupo, y duraban poco. Fue muy grave, pero no tanto como lo que estamos viviendo ahora”, expresó.

La aparición del Amitraz en 1980 marcó, según el veterinario, fue un punto de inflexión. “Fue como pasar de la noche al día”, aseguró. Posteriormente llegaron los piretroides, valorados por su facilidad de aplicación y transporte frente a lo que ocurria con el amitraz, lo que facilitó una etapa de mayor control. Sin embargo, el uso inadecuado de estos productos volvió a generar resistencia en los parásitos.

En su análisis, el Dr. Bortagaray atribuyó parte de la agravación del problema a factores ambientales. “El cambio climático ha incidido: tenemos más calor, y aparecieron enfermedades y vectores que antes no teníamos, como la mosca de los cuernos y la leishmaniasis”, explicó. A su entender, el país —históricamente ubicado en una zona climáticamente marginal para la garrapata— se enfrenta hoy a condiciones más favorables para la proliferación del parásito.

Ante este escenario, sostuvo que la combinación de principios activos con eficacia media se ha convertido en una de las pocas estrategias con resultados parciales. “Estamos en una situación muy grave”, advirtió, señalando que los márgenes de acción se han estrechado considerablemente.

"Se aprobó una ley moderna que cambió el enfoque"

La legislación vigente fue otro de los ejes abordados en la entrevista. El veterinario recordó que la actual Ley de Garrapata, aprobada y reglamentada en 2009, fue producto de un extenso proceso impulsado por gremiales veterinarias, productores e instituciones del sector, en el que él participó activamente desde la Asociación Agropecuaria de Salto. En ese proceso se trabajó junto al entonces ministro de Ganadería, Ing. Martín Aguirrezabala, y el Dr. Hipólito Tapie. “Se aprobó una ley moderna que cambió el enfoque: ya no se trata de erradicar, sino de controlar según zonas”, señaló.

La normativa permite al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca aplicar medidas de control como la interdicción y la asignación obligatoria de veterinarios responsables en los predios afectados. Sin embargo, Bortagaray denunció que estas disposiciones no se están ejecutando. “La ley está, pero no se aplica. Decían que era un problema de los productores y que el Ministerio debía enfocarse en enfermedades que afectan las exportaciones, como la aftosa o la brucelosis. Pero la garrapata también tiene impacto comercial: cuando aparecieron residuos de Etión, quedó claro”, puntualizó.

En ese sentido, rememoró los antecedentes más graves vinculados a residuos en carne. “Mañana nos cierran los mercados”, alertó, recordando el hallazgo de ivermectina en animales tratados poco antes del embarque en 2002, y cómo no se dimensionó adecuadamente la gravedad del asunto en ese momento. Recién con la detección de Etión en carne destinada a Estados Unidos se activaron respuestas institucionales más firmes. “El ministro Tabaré Aguerre tuvo la deferencia de llamarme y darme participación. Se trató el tema con seriedad. Pero hasta que no aparecieron los residuos, no se hizo nada con la ley”, criticó.

En cuanto a la herramienta de interdicción, consideró que hoy se aplica de manera meramente formal. Para él, debería tener un comienzo y un final, con medidas efectivas que conduzcan al saneamiento de las zonas afectadas. “La interdicción es solo formal, y los productores conviven con ella sin consecuencias ni exigencias reales”, afirmó.

Expectativas con la vacuna

Consultado sobre posibles alternativas, el Dr. Bortagaray manifestó su expectativa con la vacuna contra la garrapata desarrollada por el biólogo Dr. Agustín Correa, del Institut Pasteur de Montevideo. En su carácter de integrante de una comisión técnica junto a los doctores Solari y Cuore, ha seguido de cerca los avances del biológico. “Si nos da una protección del 70%, es buena, porque lograremos lo que tienen las razas cebuinas, como en Brasil”, explicó. Comparó la situación con la del país vecino, donde el combate contra la garrapata no es obligatorio y, si bien los parásitos persisten, la carga es baja y no se evidencian consecuencias clínicas significativas. En ese contexto, la vacuna podría reducir la infestación y sus efectos, como la anemia en el ganado, que según detalló puede generar pérdidas de hasta 40 kilos por animal al año.

Uno de los puntos más firmes en su planteo fue la crítica al papel del Ministerio de Ganadería. “Tiene que actuar como policía sanitaria. Todos —la ARU, la Federación Rural, la Asociación Agropecuaria de Salto— coincidimos en eso. Unánimemente se reclamó que el Ministerio asuma su rol”, enfatizó. Relató que, desde distintas zonas, se han promovido estrategias territoriales con base técnica y social sólida, como las comisiones vecinales en Valentín o Colonia Lavalleja. “No se puede interdictar a todo el país, pero hay zonas donde hay productores interdictos desde hace años. Ahí hay que actuar”, sostuvo.

Insistió en que el saneamiento zonal es perfectamente posible con voluntad y planificación. “La larva vive apenas 12 a 14 meses. Después puede volver, pero si la tenemos bajo control, usamos menos productos y evitamos generar más resistencia. Podemos erradicar la garrapata a nivel de zonas”, reiteró.

El concepto de “shock sanitario”, expresado recientemente por el ministro de Ganadería, Dr. Alfredo Fratti, fue compartido por Bortagaray, aunque precisó que el enfoque debe ser integral. “Aplicar la ley donde hay interés, conciencia, infraestructura. Y donde no la hay, concientizar. Porque los productores no se van a poner de acuerdo solos: están los problemas de los alambrados, las enemistades, los celos profesionales. Tiene que haber coordinación desde el Estado”, subrayó.

Finalmente, advirtió sobre el uso indiscriminado de nuevos productos veterinarios, algunos de ellos de alto costo. “Si bajan el precio, se va a usar más. Y en seis años, como pasó siempre, ya tendremos resistencia. Hay que usar lo mínimo posible. Por eso aliento expectativas con la vacuna”, remarcó.

A modo de cierre, el Dr. Adolfo Bortagaray instó a pasar de la teoría a la acción. “En algún momento, las charlas tienen que terminar en acciones. Y ese momento es ahora”, afirmó. En su visión, las herramientas normativas y tecnológicas ya existen, pero su eficacia dependerá del compromiso institucional. “Esto se puede controlar si se quiere. Si no actuamos, el problema va a seguir creciendo. Y los costos —sanitarios, productivos, comerciales— serán cada vez más altos”, advirtió.

 

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