Álvaro Roel, investigador del Programa de Arroz del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), fue convocado para analizar los principales diferenciales de la producción de este producto a nivel local, cómo impacta en el ambiente y qué aportes brinda la ciencia para agregar valor a un producto al que, según el experto, “Uruguay ha sabido poner un sello de calidad, sostenibilidad y homogeneidad”.
El investigador explicó que normalmente en el mundo se produce el arroz de manera continua, es decir que en un mismo predio se siembra y cosecha continuamente sin periodos de descanso, provocando mayor presión sobre los recursos naturales, degradación del suelo y mayor uso de insumos químicos. En Uruguay, sin embargo, lo habitual es rotar el cereal con ganadería y pasturas, lo que representa un verdadero diferencial en materia ambiental.
“Desde su concepción hace más de 100 años, el sistema arrocero en el país se integra en uno más amplio que incluye la ganadería. Una vez que se cosecha el arroz, viene una fase de dos a cuatro años de ganadería y pasturas. Eso confiere atributos ambientales positivos ya que mantiene la calidad y fija nitrógeno en el suelo, aumenta la biodiversidad y minimiza el uso de agroquímicos, además de lograr altos niveles de productividad”, detalló Roel.
El alto uso de variedades de arroz nacional, desarrolladas en su mayoría por INIA, y la sinergia de la cadena también ha favorecido la diferenciación del sector. “Los mejoradores genéticos de INIA han generado cultivares con las características que busca el mercado y adaptados a las condiciones locales. Eso, sumado a la integración de la ciencia, los productores, los molinos y el gobierno, permite capitalizar las oportunidades, tal como ocurrió en la última zafra que se logró un récord productivo, y trabajar en conjunto los desafíos”, valoró el investigador.
Consultado por la calidad y el tipo de arroz que se produce en el país, Roel explicó que el largo-fino es la estrella. “Dentro de esa categoría producimos un arroz muy bueno, traslúcido y que se cocina suelto. Además, es homogéneo y estable en el tiempo. Los molinos cuando exportan pueden garantizar que toda la ‘mercadería’ es de la misma calidad, y eso es muy valorado”, subrayó.
En materia de mercado el investigador detalló que Uruguay exporta casi el 95% del arroz que produce y que aun así “el abastecimiento interno no es residual”. “Los consumidores nacionales acceden a arroz de alta calidad. Pueden compararlo con el de otros países y realmente es de muy alta calidad”, agregó.
En cuanto a los vaivenes comerciales explicó que, si bien el país está sujeto a esas variabilidades, “no podemos olvidar que el arroz es el sustento alimenticio de buena parte de la población mundial. Para los asiáticos lograr mantener los precios es un tema casi de seguridad nacional, por eso son mercados protegidos y altamente subsidiados”.
Sobre el cierre, se refirió al rol clave de INIA en el desarrollo de conocimiento y soluciones tecnológicas que permitan medir y avalar con rigor científico los diferenciales del arroz uruguayo.
“La estrategia de Uruguay siempre ha sido la diferenciación del producto que logra comercializar y ahí el trabajo de INIA es fundamental, buscando conocer, potenciar y respaldar objetivamente las cualidades vinculadas a la producción, la inocuidad y el impacto ambiental. Esos indicadores representan un valor agregado, por eso hay que estudiarlos, publicar el conocimiento generado y permitir que otros científicos vengan a auditarlos para garantizarlos”, concluyó.