La soja fue noticia por el rally de precios de los últimos días, impulsado por una demanda mundial firme, que tiene a China como actor principal. Este es un elemento positivo en plena cosecha argentina pero, como contrapartida, los productores van viendo que los rindes de los cultivos de primera son muy dispares en la zona núcleo debido, principalmente, a la heterogeneidad de las lluvias primavero estivales.
“En un campo de calidad de Venado Tuerto, sobre el que llovió bien, cosechamos 50 quintales por hectárea, mientras que en otro de Rufino, con falta de agua durante diciembre, enero y febrero, no superamos los 10 quintales”, compara un asesor que atiende varios campos en la zona. “En el sur de Córdoba hubo lotes bajos buenos que rindieron 40 quintales, mientras que otros de lomas arenosas, con poca retención de agua, no superaron los 15”, completa.
Además del escaso desarrollo de la canopia, una de las causas de los bajos rendimientos fue el escaso peso de 1000 granos por falta de agua en las etapas reproductivas. “Los porotos de soja parecen municiones”, ilustra el técnico, que ordenó molerlos cuando se utilicen para suplementación de novillos, para evitar que pasen de largo a través del tracto digestivo.
Las sojas de segunda están un poco mejor porque aprovecharon algunas lluvias de febrero, se acercan más al promedio histórico, pero tampoco lo alcanzan. También muestran mucha disparidad en el desarrollo de tallos y vainas. En tanto, a medida que avanza la cosecha se ven pocos silobolsas en los campos. Sucede que hubo muchas ventas anticipadas en función del rally de precios de fin de año y ahora hay que cumplir con los forwards y con los canjes, tras lo cual no quedará mucho volumen para retener.
La contrapartida del mal desempeño de la soja la da el girasol. Con muy buena sanidad por el clima estival seco, en muchos campos alcanzó rindes superiores al promedio histórico. Con los precios más altos de los últimos años da lugar a un margen bruto que impulsará un aumento de área por sembrar en la campaña 2021/2022.
De cara a la próxima siembra de trigo, los productores enfrentan dos inconvenientes: perfiles recargados a medias y dificultades para conseguir los herbicidas más demandados. También hay que pagar más por los fertilizantes. Por ejemplo, el fosfato monoamónico se cotiza a 720 dólares por tonelada, con un aumento del 40% respecto de la campaña anterior.