Por Rafael Tardáguila, desde Florida
No hay una dicotomía entre sustentabilidad y rentabilidad. Ser más sustentable es ser más rentable, aseguró el argentino Lucas Andreoni, quien asesora empresas agropecuarias en su país.
“Se dice que la sustentabilidad está de moda, pero no es así, la sustentabilidad es una tendencia, porque la moda es pasajera y la sustentabilidad llegó para quedarse”, afirmó Andreoni en una de las paradas en la recorrida por la estancia San Alberto, de la familia González, ubicada en la zona de San Gabriel en el departamento de Florida.
En San Alberto la familia González tiene vaquillonas Aberdeen Angus que está inseminando con 14 meses y produce terneros con los que nutre los corrales de engorde que tiene la familia en distintos puntos del país. A su vez, estos animales luego son la materia prima para el frigorífico Las Piedras, también propiedad de la familia. Además, en San Alberto producen leche que remite a Conaprole.
Esta región del país ha sido de las más castigadas por el déficit de lluvia. “En los últimos tres meses en este campo llovieron 50 milímetros, en lugar de los 300 que deberían haber caído —a una media de 100 mm por mes— y las pasturas muestran un desarrollo impresionante. Eso es porque el suelo está muy sano, muy vivo, con mucha biología, mucha absorción, lleno de lombrices”, dijo a La Lechera Ignacio Otegui, gerente de Calvase, empresa que organizó la actividad. “Después, la especie que le pongas arriba a ese suelo no importa tanto”, agregó.
Para lograr una buena pastura se requiere “diseño, planificación y manejo”, dijo Andreoni. A su vez, Otegui expresó que “todo lo que hagas bien al principio te va a dar alegrías durante los cuatro años que durará la pastura, pero si lo hacés mal, te dará tristezas”.
En Calvase “ofrecemos semillas de calidad, pero sumado a un tratamiento profesional de la semilla, buscando darle mucha vida al suelo. Más la fertilización, los agroquímicos, la suma de todo lo que involucra la decisión de sembrar una pastura. Hablar de pasturas involucra todos esos aspectos, además del manejo, el pastoreo rotativo, el agua en la parcela”, agregó.
Otro aspecto en el que está trabajando Calvase es en la suma de especies. “Mínimo cinco especies en la mezcla de la pradera, que hace que cuando una de ellas no tira, lo hace la otra; cuando el clima viene más seco se destaca una especia, luego otra, y de esa forma se van complementando y se logra que haya buena vida en el suelo”.
Desde este punto de vista, lo que se está haciendo es la mezcla de especies con tiempos distintos. “Por ejemplo, les estamos poniendo cebadilla a todas las mezclas, una especie bianual que te da mucha comida el primer año mientras las perennes se van implantando. A partir del segundo año la cebadilla deja de persistir tanto y le da luz, liberando espacio, para que se vayan desarrollando las especies perennes como alfalfa, festuca, trébol blanco, lotus”.
Hace tres años que Calvase trabaja en el área de pasturas en San Alberto, pero desde antes le suministraba insumos, además de la operación de ganado, en el marco del concepto “360” que lleva adelante Megaagro, empresa hermana de Calvase.
Física y química
Cuando los suelos se degradan, lo primero que se afecta es su estructura física, pero luego también la química, aseguró Andreoni. En esta etapa comienzan a escasear macronutrientes como fósforo y potasio, así como micronutrientes, caso de boro y zinc.
Una clave es la buena inoculación y curado de la pastura. Si se hace bien, se atrapan de la atmósfera hasta 30 kilos de nitrógeno por tonelada de materia seca producida. Una mayor cantidad de nódulos aumenta la superficie de raíces y eso tiene impacto en la generación de materia seca, fundamentalmente en materia orgánica joven, que es la más inestable y, por lo tanto, es la que comienza a dejar disponible antes los nutrientes, aseguró el experto argentino.
Agregó que “cuando no hay estructura, el suelo no deja disponible al fósforo. “Por más que fertilices, no logras aumentar la disponibilidad”, afirmó.
Dos mezclas forrajeras
El ing. agr. Juan José Bologna, técnico de Barenbrug, fue el responsable de explicar las mezclas de especies que se están utilizando en las pasturas. Dijo que se usan dos mezclas forrajeras que incluyen especies que dan mucho forraje de arranque, caso de cebadilla y trébol rojo, y otras perennes como alfalfa y festuca, que son “de vida más larga” y explotan cuando las bianuales comienzan a dejarles espacio.
En San Alberto tuvieron problemas para lograr la instalación de las alfalfas. “Parecía que no se podía con la alfalfa en esta zona”, explicaron, porque directamente no nacía. Analizando la situación se dieron cuenta que había “un problema de insectos”, derivado del pasaje del uso de siembras convencionales a la siembra directa. Los insectos transmitían un virus que mataba a las plántulas de alfalfa. Por lo tanto, se hizo un tratamiento especial con insecticidas para evitar la infección viral que transmitían los insectos. “Ahora se están logrando excelentes desarrollos de la alfalfa, por lo que se va camino a la siembra de alfalfa pura”.
La opción del lupino
Jorge Foderé, técnico de Calvase, en una de las paradas en la recorrida por San Alberto se refirió a la opción del lupino como cultivo invernal. “Es un cultivo que te da renta y servicio”, ya que se cosecha el grano y además deja disponible un suelo con un buen contenido de nitrógeno para el cultivo siguiente, dado que se trata de una leguminosa.
“Como cultivo de invierno va a tener muchas oportunidades”, agregó. Actualmente es incipiente el uso del lupino en el país. Consultado por Negocios Rurales, Foderé estimó que se estarán sembrando unas 2 mil hectáreas. Pero consideró que tiene un gran potencial de crecimiento, porque es un cultivo de bajo costo, aporta tanto energía como proteína, y otorga “beneficios muy claros al cultivo posterior, que puede ser un sorgo o un maíz tardío”.
Foderé agregó que, por las condiciones de este cultivo, “calza muy bien con la política 360 de Megaagro”.