Los ciclos ganaderos son largos. Por ejemplo, la decisión de invertir en un toro en la zafra de reproductores que está transcurriendo, recién cristalizará cuando el producto de esa inversión sea enviado a faena. Para ello, deberán transcurrir, como mínimo, algo más de tres años, entre que se preña la vaca, se desarrolla la gestación, la parición, la cría, recría y engorde.
Además, al tratarse de biología, las tendencias nunca son lineales. A un año de muy buena tasa de destete (como el corriente) le suele seguir otro con una proporción menor de terneros por vaca entorada. No solo depende del clima, sino que es más difícil volver a preñar a un vientre con cría al pie. Por lo tanto, a un año con muchas crías le suele seguir otro con proporciones menores. Eso no quiere decir que no se puedan advertir tendencias, sino que estas son de avances en serrucho y hay que tomar plazos realmente largos para visualizarlas.
No son pocos quienes afirman que la ganadería no responde a señales de precios positivas. Dicen que, aunque los estímulos estén, no se traducen en inversión para lograr una mayor producción.
No es así. La ganadería responde a los estímulos de precios y eso ha quedado cabalmente demostrado con un sinnúmero de indicadores este último año. Pasa que las respuestas son a paso lento. La ganadería no es para ansiosos.
Algunos de los datos que demuestran la reacción son los siguientes. La faena de vacas cayó abruptamente en el último año, no solo por una menor demanda en lo que va de 2020, sino por una decisión de los criadores de mantener una porción mayor de vientres en el rodeo de cría. Los precios de los terneros han sido atractivos en las últimas zafras, por lo que hay un incentivo para tener más vacas paridas. Es por eso que la población de vacas de cría se ha mantenido en niveles históricamente altos del entorno de los 4,3 millones.
Finalmente, la cantidad de terneros alcanzó los ambicionados 3 millones. En la década de 1990 oscilaban en poco más de 2 millones por año. El aumento es espectacular, pero hay que mirar los largos plazos. Con toda seguridad caiga el año próximo, pero eso no querrá decir que no hay reacción a los estímulos.
La edad de faena de los novillos ha logrado un sensible avance en el último año. La demanda presionó, vía precio, para hacerse de materia prima y la oferta respondió invirtiendo en la terminación de los animales para sacarlos antes.
Las inversiones en pasturas han sido notorias. El área ocupada por praderas permanentes y cultivos forrajeros anuales este año alcanzó 1,8 millones de hectáreas, la más extendida por lo menos de este siglo.
Allí está la reacción, en todos esos indicadores. ¿Que habrá alguna marcha atrás en algunos de ellos próximamente? Sin dudas, pero los avances han sido notorios en todos los eslabones de la producción, desde la cría, la recría hasta la terminación.
La ganadería estancada quedó muy lejos en el tiempo. Es dinámica, va creciendo, está bien posicionada en el mercado internacional y la obligación es que lo esté cada vez más. Eso sí, no es para ansiosos.